Actividad o activismo

Dos mujeres, amigas de la infancia y que tenían sendas hijas que habían acabado la carrera juntas, se reunían de vez en cuando a tomar un café y ponerse al día sobre sus familias. La verdad es que se veían muy poco porque les costaba mucho encontrar un día libre, que ninguna de las dos tuviera muchas actividades. Cuando lo conseguían, una le preguntaba a la otra: “¿cómo está tu hija?”, a lo que siempre le respondía: “muy bien, tiene mucho trabajo. No para, incluso los fines de semana”. Esta respuesta le hacía pensar “realmente, ¿esto es estar muy bien?”

Esta chica seguramente había seguido el modelo de sus padres, tanto el estilo de vida que había visto en ellos como lo que le enseñaron de pequeña apuntándola a tantas actividades extraescolares, como idiomas, deporte, pintura, música…, que le llenaban todos los días de la semana.

Estos estilos de vida tan llenos de actividad están muy bien vistos por la sociedad, pero no por eso son buenos para tener una vida gozosa, afectivamente hablando. No es malo tener aficiones y realizar varias actividades, siempre que no nos impidan relacionarnos con nuestra familia y amigos.

La familia es el mejor lugar para aprender a compartir aficiones. Desde que los hijos son pequeños es muy bueno hacer cosas juntos ya que, además de inculcarles una afición, les vamos transmitiendo nuestro amor, aprenden a compartir y van madurando de una forma natural. Lo que ocurre muchas veces es que los padres trabajan mucho, va muy cansados y no tienen tiempo ni fuerzas para dedicarse a pasar tiempo con la familia.

Es fundamental pasar tiempo con nuestros seres queridos para reforzar nuestras relaciones y alimentar nuestra afectividad, además de la afectividad de nuestros hijos. Pero con el activismo que está en boga esto es muy difícil, por no decir imposible, sobre todo teniendo en cuenta que otras actividades son más fáciles y cómodas que estar con nuestros hijos y educarlos. También ocurre a veces que acudimos a otras actividades buscando llenar el vacío afectivo que tenemos, pero este solo se podrá llenar cuidando nuestra relación conyugal, amistades y con Dios. Estas tres relaciones son las únicas en las que encontramos alternancia amante-amado, que nos proporcionarán el equilibrio afectivo que necesitamos y que tanto necesitan nuestros hijos.

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