Es un sentimiento de unión que aparece ante la presencia, o simplemente con el pensamiento, de otra persona con la que nos relacionamos o con la que hubo una relación recíproca.
Cuando son amorosos, caracterizados por la alternancia dar y recibir o cambios de roles amante-amado, estos sentimientos son placenteros, gozosos y nos dan paz (ver “El éxito afectivo“). Esto es así porque esta alternancia entre dar y recibir da lugar a un funcionamiento neuronal eficiente, con bajo consumo energético.
Estos vínculos amorosos contribuyen al desarrollo de la inteligencia emocional y forman la base del aprendizaje. Pueden llegar a ser muy fuertes y estables.
Cuando los vínculos afectivos carecen de alternancia dar y recibir o cambios de roles son de carácter emocional. También pueden ser placenteros, como el enamoramiento, el altruismo, el sexo, etc., pero no llegan a ser fuertes ni estables (ver “60 preguntas sobre el amor“).
Es importante distinguir los dos tipos de vínculos, porque los dos pueden ser placenteros, pero solo los de carácter amoroso (caracterizados por la alternancia o cambios de roles) pueden colmar nuestra afectividad y aportar un aprendizaje emocional.