Son las respuestas que damos a los estímulos del entorno, que a su vez marcan o condicionan de nuevo nuestra afectividad.
Nuestra afectividad es dinámica. Cualquier emoción, sea cual sea: alegría, tristeza, etc., puede conservar nuestra afectividad plena o no. ¿Qué significa esto? Una afectividad plena nos da un bienestar afectivo que todos queremos conservar y para ello, paradójicamente, no nos podemos dejar llevar por las emociones.
No hay que confundir las emociones con el amor, estas son necesarias para amar, para comunicar a los demás que amamos y nos sentimos amados, pero no son el amor.
Las emociones guiadas por el amor se convierten en “conservativas” de nuestra afectividad. El amor organiza las emociones de forma eficiente, entonces el cerebro consume menos energía y nos proporciona equilibrio emocional: paz y gozo, incluso en la adversidad. Las personas acostumbradas a pensar en los demás pueden controlar mejor sus emociones.
Estas emociones guiadas por el amor también son ecológicas ya que nos ayudan a reciclar las emociones negativas. Ver “El éxito afectivo“, “60 preguntas sobre el amor” o “El arte del amor“.