En verano, debido a que gracias a las vacaciones los jóvenes tienen mucho tiempo libre, se suelen organizar muchas actividades de voluntariado para ayudar en zonas con escasos recursos, ya sea por ejemplo reconstruyendo una escuela, ayudando a cuidar enfermos, entreteniendo y enseñando alguna actividad a niños que estarían todo el día en la calle, etc. También hay actividades más estables durante todo el año en barrios deprimidos de las grandes ciudades, como comedores benéficos o asociaciones que ayudan a estudiar a niños en edad escolar.
A todas las personas nos gusta ayudar a otras personas, nos sentimos bien cuando lo hacemos; y cuando vemos a alguien que dedica una buena parte de su vida a colaborar en alguna acción benéfica, nos parecen buenos ejemplos a seguir, aunque a veces los veamos inalcanzables.
Normalmente, cuando alguien empieza a ayudar, no piensa en recibir una recompensa; solo busca procurar el bien ajeno incluso a costa del propio. Por ejemplo, deja las comodidades de su familia para pasar incomodidades, o deja de practicar una afición para dedicar tiempo a unos niños, etc. Se suele empezar con mucha ilusión y energías.
Sin embargo, no todo el que empieza con ilusión persevera durante mucho tiempo, algunos se cansan, cada vez necesitan dedicar más esfuerzos y terminan por no ver el sentido de lo que hacen. ¿Por qué unas personas se cansan más o menos pronto y otras son capaces de aguantar toda la vida y además contentos? Todos empiezan con el mismo objetivo: buscar el bien ajeno sin buscar ninguna recompensa; esto es el altruismo. Cuando realizamos actos buenos tenemos unas recompensas hormonales[1] y por eso, aunque sea inconscientemente, creemos que ahora ayudamos y si algún día lo necesitamos, alguien nos ayudará, pero este tipo de relación no es sostenible[2].
Los que perseveran es porque mantienen un diálogo de tipo amoroso, no solo en esta actividad en concreto, sino en toda su vida; mantienen un diálogo continuo, en la familia, con las amistades y en el caso de los creyentes, con Dios; esto es la caridad. Están ayudando, pero también reciben ayuda, en sus relaciones hay una alternancia amante–amado continua. El resultado es una relación muy estable que puede perdurar en el tiempo, saben que “tú me ayudas a mí y yo a ti”[3].
Cuando no tenemos arraigado en nuestra vida este diálogo continuo, entonces es fácil distraernos con otras actividades más gratificantes o menos costosas, podemos dejar de tener claro nuestro objetivo, entonces empieza a costarnos más esfuerzo y es difícil perseverar por nosotros mismos; necesitamos que alguien nos vaya animando, necesitamos un diálogo que nos vaya realimentando.
El altruismo es una relación en la que no hay diálogo, por lo que necesita más esfuerzo para obtener recompensas, y en la caridad hay un diálogo continuo que hace la relación sostenible.
[1] Hauser, M.D. 2008 “La mente moral. Cómo la naturaleza ha desarrollado nuestro sentido del bien y del mal”. Paidós
[2] Martin A. Nowak and Sebastien Roch 2006 “Upstream reciprocity and the evolution of gratitude” http://rspb.royalsocietypublishing.org/ (doi:10.1098/rspb.2006.0125)
[3] Michael E.McCullough and Eric J. Pedersen 2013”The Evolution of Generosity: How Natural Selection Builds Decives for Benefit Delivery” Social Research Vol.80: Nº2
Encontrarás más en “El éxito afectivo“.
Gracias!! Interesante reflexión sobre la diferencia entre las dos.
Me ha gustado mucho. Es una experiencia que he tenido. Cuando Nuestro Padre nos permite ayudar (decir si) recibes mucho más de lo que das. Tengo muy presente que todo lo que sale de mí es gracias a Nuestro Padre.