Actualmente, en todas las poblaciones existen contendores para cada tipo de basura, así los distintos tipos de residuos que se producen en los domicilios y comercios se pueden reciclar, aprovechar, convertir estos materiales ya utilizados en algo útil. Por ejemplo, con los restos de papel y cartón ya usado se puede hacer otra vez papel; con los restos de comida, abonos; con los envases vacíos, otros envases aptos para contener alimentos, etc. Con todos estos tipos de reciclaje se consigue un menor impacto negativo en la naturaleza, una menor explotación (por ejemplo, cortar menos árboles para hacer más papel).
Todas las emociones son reacciones a los estímulos que recibimos y siempre dejan una huella en nuestro interior.
Cada vez que reaccionamos ante un estímulo lo podemos hacer de forma amorosa o no y esta reacción dejará una huella en nosotros y en los que la reciben. Lo que está claro es que esta emoción “ya utilizada” no parece que se pueda reutilizar: “lo hecho, hecho está”.
Cuando una persona se dirige a nosotros con antipatía o malos modos, nuestra primera reacción puede ser contestar de la misma forma, entonces podemos entrar en una espiral de desamor, acabar peleándonos, con gritos e incluso insultos. Pero también podemos reaccionar con calma, controlándonos y contestándole amablemente; entonces la primera persona suele cambiar su actitud e intentar ser más amable. En este caso estamos “reciclando” una emoción no amorosa, convirtiéndola en amorosa; devolviendo bien por mal decimos que reciclamos emociones porque no dejamos que se genere una espiral de desamor.
Nuestras reacciones también tienen efecto en nuestra propia afectividad, tanto si son amorosas como si no, sientan un precedente y orientan la próxima en el mismo sentido, vamos adquiriendo hábitos. Cuando intentamos corregir una costumbre nuestra que vemos que influye negativamente en los demás, por ejemplo contestar gritando, entonces también decimos que reciclamos las emociones propias.
En los dos casos lo que estamos intentando es conseguir un menor impacto negativo en el ambiente. Cuando tenemos reacciones no amorosas el ambiente se enrarece, estamos dificultando el amor entre las personas que conviven con nosotros. Si “reciclamos” las emociones nos beneficiamos nosotros y los que nos rodean, mejora el ambiente y es más fácil que circule el amor por la red afectiva.
Podríamos comparar ese ambiente enrarecido por las emociones con un ambiente contaminado en el que, por ejemplo por un vertido de residuos en un río, no pueden crecer seres vivos. Si reciclamos esas emociones, tanto propias como ajenas, estaremos contribuyendo a que el ambiente no se contamine y en él pueda crecer mejor el amor.
Artículo extraído del libro “60 preguntas sobre el amor“.